Era el verano del 2013, y Phil Karp miraba fijamente a un pez león muerto. Previamente, había estado buceando, armado con un arpón, en las aguas de la Reserva Marina Cayo Sapodilla, en el sur de Belice. Él, junto con otros voluntarios de la organización ReefCI habían intentado cazar la mayor cantidad posible de peces león.
Por destructivo que esto pueda parecer, cazar peces león en el Caribe es, en realidad, un esfuerzo critico para la conservación marina. El pez león es un residente normal y benigno en su hábitat natural del Indo-Pacífico y Mar Rojo, pero es un depredador invasor, voraz y destructivo en el Caribe y el océano Atlántico, donde ha reducido las poblaciones de peces nativos en un 65 % desde 2004. En su nuevo hogar come de todo, desde pez loro y mero hasta larvas de langosta y camarones, y no tiene depredadores naturales.
El pez león se ha multiplicado y diseminado por todo el mar Caribe, el golfo de México y la costa este de los Estados Unidos desde que se detectó por primera vez en las aguas de la Florida a mediados de los ochentas. Solo lograr que la población invasora disminuya en lugar de aumentar requeriría sacar del agua al 27 % de todos los peces león adultos cada mes, y son casi imposibles de capturar, excepto con técnicas que requieren gran cantidad de mano de obra, como la pesca con red de la mano o la pesca con arpón.
Pero, mientras Karp miraba fijamente al pez león muerto, no estaba pensando en lo difícil que había sido atraparlo. Estaba contemplando sus espinas. Un pez león adulto tiene trece espinas largas y venenosas que sobresalen en su lomo y, por lo tanto, debe manipularse con cuidado, incluso después de capturado y muerto. A Karp se le ocurrió que las espinas del pez león se parecían a las púas de un puercoespín, que a veces se usan en joyas. “Ese fue el ‘¡vaya!’ inicial”, afirma. Si las personas comenzaran a comprar las partes antes descartadas del pez león para usarlas en joyas, razonó Karp, los pescadores tendrían un incentivo adicional para sacarlos del agua.
Karp recolectó espinas y las distribuyó entre los artesanos locales, entre ellos, Palovi Baezar, de la ciudad de Punta Gorda, en Belice, quien fue una de las primeras artesanas en fabricar joyas con pez león en la región. Fabricó sus primeras piezas, varios pares de pendientes, en el verano de 2013. Pero eso fue solo el comienzo: faltaban meses y años de prueba, error e innovación. “La primera vez que me puse a trabajar”, recuerda Palovi Baezar, “no tenía idea”. Al principio, usó las espinas secas sin tratarlas, pero eran frágiles y se rompían con facilidad. Y era un desafío abastecerse de las demás piezas de los pendientes, como los ganchos.
Pero Baezar, que había estado fabricando joyas con cristales marinos y cuentas antes de haber siquiera tocado una espina de pez león, sabía que estas joyas valían la pena. Al usar pez león en las joyas no solo ayudaba a promover que se sacara esta especie invasora del agua, sino que produjo unos pendientes hermosos. Un par de la primera tanda tenían formas de diamante traslúcidas de color rosado, de las que colgaban espinas de pez león desde dos de sus extremos. Otro —“uno de los favoritos”, dice Baezar— “tenía una concha de oreja de mar en la parte superior y plumas”.
Khadija Assales, otra creadora de joyas de pez león que vive en la ciudad de Placencia, en el sur de Belice, también recuerda su primer par de pendientes de pez león. Los hizo con la cola de un pez león en lugar de las espinas. “Alguien me dio una cola, y estaba emocionada por experimentar con ella”, recuerda. Al igual que Baezar, la primera vez no trató las partes del pez león más allá de dejar que la cola se secara al sol. Hoy en día, en la joyería que administra Assales trabajan varias personas y se sigue un largo proceso de tratamiento y preparación para elaborar un par de pendientes de pez león. “Una vez que obtenemos la cola del pez, aún está húmeda”, explica Assales, “asi que necesitamos dejarla secar al sol por lo menos tres días”. Y, una vez que forma parte de una pieza de joyería, “hace falta un día más para que se seque la capa transparente que aplicamos al final sobre ella”.
Aplicar una capa de sellador sobre las joyas de pez león ahora es un procedimiento estándar entre los creadores de joyas de pez león en todo el Caribe, y no es la única innovación que se ha generalizado. Por ejemplo, muchos creadores fabrican sus joyas de pez león únicamente con materiales locales, una tendencia que Baezar puede atribuirse, al menos en parte. Recuerda el día en que tuvo la idea de hacer un engarce (la pieza metálica que sujeta un pendiente en su parte superior) que terminaba en una abrazadera de pinza usando una lata de aluminio. “Un día me quedé sin ellos [engarces],” relata, “y tan solo tomé una lata, la abrí y comencé a usar eso”. Una vez más, fue cuestión de prueba y error. “Cuando lo doblé, [el pendiente] se cayó,” dice Baezar, “así que empecé a pegarlo”. Ahora es posible comprar pendientes de pez león con engarces de lata de aluminio, así como ganchos fabricados con sedal de acero inoxidable, que se conservan usando quitaesmaltes para uñas perfumado y se cubren con barniz para barcos, todos ellos materiales que una mujer de una comunidad pesquera de la costa puede conseguir con facilidad cuando se une a la lucha contra el pez león.
Pero una sola mujer no puede hacerlo todo. Para que este trabajo logre tener un impacto que valga la pena en la población de pez león y, para incrementar los incentivos para capturar a estos invasores espinosos, era necesario que participaran más creadores de joyas. El paso siguiente fueron los talleres, oportunidades para que quienes ya sabían crear las joyas de pez león pudieran compartir esos conocimientos con quienes aún no los tenían. Baezar ha enseñado en varios talleres coordinados por Karp y la ONG Blue Ventures.
De hecho, Baezar comenzó a capacitar a otras personas para crear joyas de pez león casi tan pronto como ella misma empezó a hacerlas. Y ha continuado, en parte, por la satisfacción de transmitir sus conocimientos y experiencia a estudiantes entusiastas. “No pueden esperar para crear joyas”, afirma Baezar sobre los participantes en el taller. Hoy en día, los participantes no solo aprenden los pormenores de la creación de joyas de pez león, sino que también reciben un curso intensivo de contabilidad y otras habilidades empresariales, y hablan sobre la tremenda amenaza que supone la invasión de pez león para los ecosistemas del arrecife. Cerca del final de un taller en 2015, sus participantes decidieron conjuntamente y por su cuenta convertirse en una cooperativa de mujeres beliceñas creadoras de joyas de pez león, que colaborarían, se comunicarían y apoyarían mutuamente.
Esta cooperativa se mantiene activa aún hoy. “Por ahora, somos 19 mujeres”, dice Baezar. “No tenemos problema en que se unan hombres, pero es principalmente para las mujeres de las comunidades pesqueras de la costa”. Explica que las vidas de muchas de las mujeres cooperativistas se transformaron cuando aprendieron a crear joyas de pez león. “Algunas de las mujeres estaban sin empleo” dice, “y dependían únicamente del dinero que traían sus maridos, que eran pescadores”. Ahora estas mujeres aprovechan el pez león —que tal vez pescan sus maridos— para ganar dinero por sí mismas. Entre sus integrantes, se encuentra una madre soltera que no solo crea y vende sus propias joyas de pez león, sino que ha iniciado una empresa de excursiones para vivir experiencias en las que los clientes participan en una excursión de pesca con su padre y hermano, y, cuando regresan, ella les cocina un almuerzo de pez león. En reconocimiento a las principales protagonistas de su identidad —todas ellas mujeres de Belice que ayudan a combatir la invasión del pez león—, la organización fue bautizada BELIONESS.
“Mi sueño es que haya una serie de cooperativas en el Caribe como BELIONESS,”, cuenta Karp. “Entonces podrían crear colectivamente una marca caribeña de joyas de pez león”. Y si hubiese una marca con una gran historia detrás, además de cantidades suficientes de joyas para vender, explica Karp, las joyas podrían introducirse en tiendas departamentales, boutiques o tiendas de regalos de acuarios. Así, las ventas de joyas de pez león y los incentivos para sacar al pez león del mar darían buenos frutos realmente.
Pero ahora, ¿Está la creación de joyas de pez león acabando con estos invasores? No por sí sola. “No sé en qué medida estamos ayudando con la población de pez león”, contesta Assales cuando se le pregunta esto, riendo un poco entre dientes. “Pero también contribuimos de forma muy importante a generar concientización”. Vender las joyas de pez león implica contar a la gente por qué se dedica a su creación. “La mayoría de las personas que vienen a la tienda antes no sabían nada acerca del pez león”, dice, “y entonces les enseñamos”. Baezar hace lo mismo en sus talleres. “Trato de hacerlo sobre la marcha”, afirma. “Siempre hablo sobre la historia que hay detrás de las joyas de pez león”.
Es una historia sobre mujeres que se empoderan a la vez que se ocupan del ecosistema local. ¿Cuál es la moraleja de esta historia? Al igual que el dicho que dice que “si la vida te da limones, haz limonada”, si la vida te da peces león, haz joyas con ellos.
Esta historia fue posible gracias a una donación del Comité de Mujeres del Smithsonian. http://swc.si.edu/about-grants